sábado, 2 de junio de 2018

Lista.

Como si de una historia aún contada entre nosotros del pasado se tratará, ocurrió de nuevo. Quise hacer algo bien y salió fatal.

Una entrada entera contenía mis entrañas y se quedó en borrador. Borrador que finalmente perdió la erre y acabó borrado sin que yo me diera cuenta. 

Una entrada que hablaba de volver a sentir, a reír, a mirar, a cantar, a hablar, a gemir, a viajar y sobre todo, a amar. Una entrada que hablaba de caricias perdidas tras un beso accidentado y huellas dactilares en tapas blandas de libros  duros. Una entrada que hablaba de las casualidades, de listas de música, de reencuentros y de ganas de tener todo lo anterior mejorado en el presente. Bien hecho, en realidad. Aceptar el hecho de que somos tan distintos y de indomables casi iguales, buscar un atlas que nos guíe y encontrar la calma. Que sea a los 212 kilómetros cuando haya que parar y recargar pilas para llegar al 297, y no olvidar que si dijéramos que somos inmunes al dolor cuando el amor expira, sería mentira. Tú que vienes a rondarme, ¿Cómo te atreves a volver? me recriminabas, recriminas, y recriminarás siempre. Y la respuesta será la misma cada vez, porque tal parece que yo, me enamoré de ti en un sólo día.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Ablación.

Y una parte de mí se rompió.

O mejor dicho, se separó.

Pero no de una forma agradable o placentera como quien disfruta del dolor que provocan las picaduras de mosquito, esto fue algo más parecido a cuando una de tus extremidades se ve atrapada entre las fauces del más feroz de los cocodrilos, lo ves y duele, lo piensas y te horroriza, y en el fondo, sabes que nunca más volverás a ver lo que sea que hayas perdido en la boca del lobo. O del cocodrilo, mejor dicho.

Y qué jodido cuando te das cuenta de que esa parte que se llevan las fauces era el ingrediente principal de tu felicidad.