jueves, 21 de diciembre de 2017

La puerta de emergencia.

Dicen que el Ave Fénix es el único ser mitológico capaz de resurgir de sus propias cenizas. Dicen, que cuando es demasiado viejo, él mismo se destruye con una especie de combustión espontánea en la que como un suicida más, pierde la vida esperando el volver a sentir otra vez lo mismo que la edad le ah quitado.

Huele a quemado, ese precioso olor a brasa que enmascara el más mortal de los encuentros.

¡CORRE! - Pensó rápido en cuanto sus ojos se llenaron de una luz cegadora como la de aquella canción de Silvio que siempre escuchaban juntos.

Sus ojos se cerraban y no hacía más que toser, conocía la sensación, falta de oxígeno y un ambiente demasiado seco. A ver cómo saldría de allí ahora.

Ahogado por el calor más fuerte que había sentido en la vida después de sus noches con ella, intentó pensar con claridad y buscar aquella salida que le permitiese volver a respirar, a ver, y lo más importante a sentir.

Caminó durante horas, o eso le parecieron a él, buscando esa forma de escapar de aquella desazón hecha de cadenas invisibles que quemaban todo aquello que tocaban.

Finalmente y tras un suspiro, dejó de luchar y escribió en forma de nota lo que serían sus últimas palabras hacia ella y firmadas por él.

“No puedo más, Amor.” Se leía en el suelo cuando la Razón lo encontró.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Reencuentros.

Día lluvioso.
Pelo mojado.
Ojos húmedos.
Gafas empañadas.

Levanto la mirada y no me creo lo que veo, tengo que limpiar los cristales, frotarme los ojos como si tuvieran lágrimas y sacudirme el polvo de mi corazón. Hay que deshacer el nudo de la garganta, resuena en mi cabeza; di “Hola”, que sí, es ella. Tragas saliva aunque tienes la boca seca. Mierda, el nudo bajó al estómago a ver cómo lo sacas ahora de ahí.

Cinco minutos bastan para no saber que decir y sentir que tienes todo un mundo de cosas que contar. Te miro. Me miras. No sabes qué decir, parece que tú también conoces la sensación nudo garganta estómago.

Nos falla la voz y nos faltan las palabras, pero ambos sabemos que no necesitamos ninguna de esas dos cosas para contarnos cómo nos ha ido. Te enseño mis cicatrices, las que hiciste aún duelen. Me enseñas las tuyas, algunas aún llevan mi nombre. Nada podrá ser igual, pero sabemos que aunque el futuro de nuestro pasado fallara, el momento actual pertenece al presente del futuro que aún no hemos escrito.